martes, 27 de diciembre de 2016

Viajero, astronauta, Eme

"Volcánicas amistades"

Un volcán de Ecuador contemplado en una expedición de la Ruta Quetzal por Ecuador



Así empezaba el titular de una publicación de un periódico de Ecuador de 1995. El primer párrafo, era leído por una periodista en una universidad de algún lugar de Madrid...
En algún sitio de Ecuador a más de 2000 metros, yo miraba por "streaming" todo eso. Una lágrima empieza a brotar.
Viene a mi mente el recuerdo del día que estaba en Madrid a punto de entrar a unas instalaciones muy bonitas a punto de saludar al Rey Felipe VI; justo antes de entrar al edificio, llegó Miguel de la Quadra-Salcedo* y me miró... Yo vestía un sombrero negro (que luego lo regalé a Ángel Pedro), un poncho oscuro, y unos pantalones blancos, el traje típico de mi provincia. A todo eso le complementaba una bandera con los colores inti, cielo y sangre.
De repente, Miguel me llama; sin dudar un segundo reconoce que soy de Ecuador. Me dice que escalaron el Cotopaxi y que hay un "pueblito" por ahí "que es de él". Sí, hay un pueblo que se llama Salcedo; y a Miguel le consta que ahí los helados son algo especial. [Ni alguna gente de aquí mismo conoce ese lugar...]
¡Estoy desconcertado! No puedo creer que Miguel conozca todo eso, y estoy que alucino cuando dice que ha venido a fundar un pueblo (aunque no es cierto, ese momento me pareció algo descomunal!).., Estoy estupefacto. Solo puedo sonreír. Cualquier expresión ese momento no surge, porque jamás me había imaginado que pudiera estar cara a cara con Miguel... ¡qué bonita oportunidad! ¡qué bonita casualidad!?
Es increíble pensar que Miguel un día, en medio de la guerra del 95 entre Ecuador y Perú trajo a más o menos 500 jóvenes de ~40 nacionalidades diferentes, y para ironía loca, fabulosa, que flipas, que parece sacado de una novela literaria con buena trama: lograron escalar la cima del Cotopaxi dos personas: un peruano y un ecuatoriano.
Al final de la narración de la periodista, una foto de Miguel con un traje de la NASA.
* (si uno pone su nombre en Google, estoy seguro que el número de historias que tenía para contar Miguel es más grande que ese número resultados en menos de un segundo que saca Google)










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